En la última década hemos asistido a la popularización de la “teoría de la dominancia” y el uso extensivo de términos como “macho alfa” para explicar el comportamiento social de los perros y justificar determinadas técnicas de adiestramiento. Se hace necesario por tanto aclarar de manera rigurosa la validez de estas teorías con el fin de evitar la perpetuación de ideas obsoletas o equivocadas que pueden ir en detrimento de la calidad del vínculo perro-propietario y aumentar el riesgo de mordeduras caninas a personas.
¿QUÉ ES LA DOMINANCIA?
El término (relaciones de) dominancia procede del ámbito científico y se utiliza para describir la relación asimétrica entre dos individuos, el dominante y el subordinado. El sumatorio de todas las relaciones de dominancia que se observan en un grupo es lo que se define como jerarquía. Conviene entender que el estudio de tales relaciones de dominancia requiere la observación sistemática de cientos de interacciones dos a dos entre los individuos del grupo y la posterior aplicación de test estadísticos para determinar si existe o no jerarquía (y el tipo) y el rango de cada animal en esa jerarquía.
Es importante señalar que dominancia no es equivalente a agresividad. Tanto en poblaciones de lobos como de primates se ha demostrado que la agresividad no está relacionada con el estatus social, y que un individuo, cualquiera que sea su rango social, puede defender de manera agresiva la posesión de un recurso valioso. Asimismo, se ha evidenciado que los animales que ocupan las posiciones más altas en una jerarquía no son los más agresivos sino los que más comportamientos de sumisión o apaciguamiento reciben por parte del resto de individuos.
Los términos macho y hembra alfa en lobos fueron utilizados por primera vez por el Dr. Mech en los años 70 durante el estudio de grupos grandes creados artificialmente (lobos no emparentados) para designar a los individuos principales en la jerarquía de dominancia, si bien este tipo de estructura social rara vez ocurre en la naturaleza. El propio Mech, años más tarde, reconoce que habría sido más apropiado utilizar los términos macho y hembra reproductora, incluso padre y madre, para referirse a estos individuos, en consonancia con las observaciones procedentes de investigaciones más recientes en lobos en libertad. Así, la estructura social de estos lobos se basaría en grupos familiares cooperativos en los que los padres “guían” a la descendencia en el desarrollo de habilidades sociales y de caza, y la estructura jerárquica que aparece es de relaciones entre padres e hijos más que de enfrentamientos competitivos y agresivos. El concepto de familia no excluye la existencia de relaciones de dominancia y, por tanto, de jerarquía. Sin embargo, en estos grupos no hay un “alfa” alcanzado a través de la fuerza o la agresividad, y la jerarquía es flexible.
RELACIONES DE DOMINANCIA ENTRE PERROS
La existencia o no de jerarquías en perros ha sido objeto de debate en los últimos años. De hecho, se ha observado tanto la existencia de relaciones de dominancia formal en grupos de perros asilvestrados (sin propietario) como la ausencia de asimetrías sociales en estudios de observación llevados a cabo en guarderías caninas. Todo ello apunta a que el comportamiento social de los perros, al igual que el de los lobos, es altamente flexible y varía en función de las condiciones ecológicas. La realidad es que existe una falta de estudios de observación en poblaciones de perros de compañía teniendo en cuenta la raza, el sexo y el estado reproductor (esterilizados o no), por lo que se debe ser cauto a la hora de arrojar conclusiones sobre las complejas relaciones sociales que existen entre perros en distintos ámbitos.
¿AGRESIVIDAD POR DOMINANCIA HACIA LOS PROPIETARIOS?
La selección basada en la docilidad sin duda habría sido uno de los principales criterios durante el proceso de domesticación, dando lugar a una nueva especie, el perro. A pesar de ello, como en toda convivencia en grupo es posible que surjan conflictos que deriven en la manifestación de agresividad hacia los propietarios.
La agresividad hacia los miembros de la familia se ha explicado tradicionalmente basándose en la “teoría de la dominancia”. Según esta teoría los perros estarían motivados para conseguir un “estatus” más alto, y este deseo les llevaría a mostrar comportamientos como la agresividad para alcanzar el control. Así, los perros con “agresividad por dominancia” responderían de forma agresiva hacia sus propietarios con el fin de defender su supuesto estatus social en la familia o la posesión de un recurso, como la comida o el lugar de descanso.
Entendiendo el concepto formal de dominancia, asumir que el comportamiento del perro doméstico está influenciado por el deseo de alcanzar un estatus superior es difícil de mantener. Por ello, en los últimos años se ha cuestionado la visión clásica y se plantea que en la extensa mayoría de casos el problema de agresividad hacia la familia no se trataría de un conflicto jerárquico sino que estaría relacionado con la protección de recursos valiosos o la defensa frente a manipulaciones percibidas como amenazantes para el perro, donde la dificultad del animal para predecir lo que va acontecer, la frustración de expectativas, el aprendizaje y el miedo, especialmente si hay castigos exagerados, jugarían un papel determinante. Resulta interesante señalar además que un destete precoz y la adopción del cachorro anterior a las 7 semanas, predispone a los animales a manifestar problemas de conducta, entre ellos la agresividad a propietarios. Finalmente, a todos estos factores se debe sumar la posible presencia de patologías orgánicas, principalmente ligadas a dolor, así como de alteraciones a nivel neuroquímico (bajos niveles de serotonina y altos niveles de cortisol) en algunos perros con problemas de agresividad, tal y como señalan diversos trabajos de investigación y la evidencia clínica.
A pesar de la evolución en la concepción del problema dentro del ámbito clínico y científico, el discurso sobre la teoría de la dominancia y el macho alfa sigue calando en la sociedad, haciendo que se perpetúen estas ideas. El arraigo de estas creencias es tan marcado, que incluso conductas como la demanda de atención (ladrar o dar con la pata), pasar primero por las puertas o tirar de la correa son interpretadas como “dominancia” sobre el propietario. La percepción equivocada del origen de estos problemas justificaría el uso de técnicas aversivas de adiestramiento basadas en el castigo o la fuerza para “mostrar al perro quién es el jefe”, como tumbar y mantener al perro boca arriba (alfa-roll) o de lado (dominance down). Precisamente, se ha demostrado que el uso de estas técnicas y otras como pegar al perro o cogerle del pescuezo conllevan con frecuencia respuestas agresivas por parte del perro, incrementándose por tanto el riesgo de los propietarios de ser mordidos.
CONCLUSIÓN
Considerando lo expuesto, desde Thorcanes queremos concluir este documento ofreciendo una serie de recomendaciones generales para prevenir o manejar los problemas de agresividad canina en general, y hacia la familia en particular:
- En el caso de adoptar un cachorro, hacerlo alrededor de las 8 semanas de vida, evitando un destete precoz, siempre que las condiciones en las que se encuentre hasta ese momento sean las adecuadas.
- Una vez adoptado, permitir una socialización adecuada del cachorro tanto con miembros de su especie como con personas (niños y adultos).
- Satisfacer adecuadamente las cinco necesidades básicas del perro: comida, paseos, afecto, descanso y juego.
- No molestar a los perros mientras comen o descansan, ni forzar los contactos (caricias), especialmente en animales miedosos.
- Establecer un vínculo sano con el perro a través del afecto, el juego y las actividades al aire libre, constituyendo para él una referencia de calma y seguridad.
- Tener paciencia para enseñar al perro a adaptarse a nuestras normas de convivencia y ser consistentes en su educación, no variando arbitrariamente los límites establecidos.
- En el caso de querer adiestrar al perro en obediencia básica u otras disciplinas o habilidades, buscar a un profesional que trabaje mediante técnicas de refuerzo positivo y rehuir de aquellos que basan su filosofía de trabajo en la “teoría de la dominancia”.
- No usar la fuerza ni los gritos para corregir los comportamientos indeseados, incluidas las señales de agresividad.
- Asegurar los cuidados veterinarios necesarios, y tratar cualquier enfermedad, incluyendo los procesos que cursan con dolor.
- Contactar con un veterinario especialista en comportamiento (etólogo clínico) cuando aparezcan problemas de agresividad.
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