Nosotros

Esta historia comenzó...

en noviembre de 2014. Por aquel entonces iba de voluntario a un refugio para sacar de paseo a perros abandonados. Un día me enteré de que había una camada de cachorros; estaban en casas de acogida por ser muy pequeños y en el refugio podían morir de alguna enfermedad contagiosa. Días más tarde, la novia de un gran amigo mío adoptó a uno de ellos. Eran cruces de mastín y (probablemente) labrador. De aquella camada yo me enamoré de uno negro con las cejas, el pecho y el morro de color marrón fuego. Era precioso, y seguía sin dueño. Uno de esos días llovió muchísimo. Yo iba llegando a casa y, justo antes de que cayese la tormenta, vi a un cachorro debajo de un coche. Una vecina de mi barrio me dijo que me lo llevase a casa, que era de los okupas que vivían frente al descampado que hay cerca de mi casa, y que ellos no lo cuidaban bien. Estuve a punto de hacerle caso, pero mi madre, por aquel entonces, no quería animales en casa, así que, por no tener una discusión, decidí dejarlo en el portal de los okupas. Jamás volví a ver a aquel cachorro, aunque, tras contárselo a mi madre, ella me dejó caer que si lo hubiese traído a casa se habría quedado con nosotros. Aquello me hizo pensar que mi sueño de tener un perro podía ser posible.

Un par de días después...

volví al refugio a pasear perros y, de camino, pregunté por aquel cachorro que me había encandilado. Se me vino el mundo encima cuando me enteré de que lo habían adoptado ya. Era tan bonito que seguramente tenía muchos enamorados. Pasó una semana y yo decidí que iba a meter en casa a un cachorro en acogida, aunque mi intención real era la de quedármelo. Por primera vez en mi vida vi que mi sueño iba a ser posible, ya que mi madre no me decía rotundamente que no como otras veces. Ella, en su infancia, siempre tuvo animales, y quizás se había ido ablandando con los años al verme tan ilusionado. Aproveché la oportunidad cuando la jefa del refugio me comentó que habían abandonado a 2 cachorros, una hembra y un macho, hermanos, probablemente cruces de labrador. Inmediatamente le dije que me reservara al macho, que iba a ir a buscarlo esa semana. Le supliqué que no volvieran a arrebatarme mi nueva ilusión en forma de perrito de menos de un mes. Fui a los tres días a por él. Era una bolita negra preciosa. Me enamoré.

Después de debatir mucho...

qué nombre ponerle, barajé dos opciones: Django y Thor. Al final me decanté por Thor. Una semana después fui a buscar a la hermana, pero ya no estaba; la habían adoptado. Nunca más volví a saber de ella y es una espinita que tengo. Me habría encantado que ambos hermanos hubieran crecido juntos, pero espero que esté teniendo una buena vida allá donde esté. Poco a poco, Thor fue creciendo hasta llegar a los 30 kilos, justo un tamaño mediano, que es lo que yo quería. Yo, por aquel entonces, tenía pensado estudiar Educación infantil, porque mi madre tiene una guardería en Huelva capital llamada Dumbo. Pero empecé a sacarme un dinerillo paseando perros y quedándome en guardería, de vez en cuando, al perro de algún amigo. Después de un año así, hice el curso de peluquería canina en una prestigiosa academia de Sevilla llamada Lordcan. Fue una gran experiencia, no solo por el curso, sino por vivir en un barrio como Triana durante 3 meses compartiendo piso, y con la gran suerte de tener conmigo a Thor, con el que me daba a diario enormes paseos por la capital andaluza.

Cuando acabé el curso de peluquería...

volví a huelva y continué paseando perros y quedándome con muchos de ellos en guardería. También iban saliéndome cada vez más clientes de peluquería. Me di cuenta de que esto funcionaba y, lo que es mejor, de que me encantaba. Así, poco a poco, fui mejorando mes a mes en ganancias. El volumen de clientes comenzaba a ser importante, sobre todo en festivos y períodos vacacionales. Y fue entonces cuando decidí hacer el curso de Técnico de modificación de conducta en Granada.

El curso fue un antes y un después...

en mi forma de comprender al perro. Me gustó tanto que decidí poco a poco seguir formándome para en un futuro dedicarme a ello profesionalmente. Hice un par de cursos más orientado al clicker, una herramienta tan magnífica como compleja. Me hice autónomo y un buen día, por casualidad, conocí en el parque a una mujer que tenía a un airedale terrier. Le di mi contacto y quedamos en que me llamaría para que le hiciese un corte de pelo a su perro. Efectivamente me llamó, y fue tal su grado de satisfacción que me propuso trabajar en su clínica veterinaria como peluquero canino. Yo me mostré reacio al principio, ya que sé de veterinarios que dan prioridad al tiempo sobre la calidad del servicio, pero al final acepté con la condición de que no me impusieran nada, de que yo marcase el tiempo con cada cliente. Pues bien, allí estuve muy a gusto durante un año y medio, hasta que surgió este proyecto de Thorcanes y tuve que irme de la clínica para dar lo máximo de mí. Thorcanes, por cierto, viene a significar algo así como “los perros de Thor”.

Decidimos comprar una finca...

con la suerte de que ha resultado ser un traspaso de negocio, con licencia, proyectos y todo legalizado para entrar a vivir y trabajar. Hemos decidido modificar algunas cosas que podían mejorarse. El piso ya se quedaba muy pequeño y no era el sitio adecuado para realizar este trabajo. En esta finca vamos a estar tanto los perros como yo en la gloria. Sin thor jamás habría pensado en esta hermosa locura que, además, me apasiona. Que tu trabajo sea a la vez tu hobby, tu pasión, es algo que mucha gente querría tener y no puede. Es una suerte maravillosa.

Es un homenaje...

a él y a mi historia con él. Esperamos que vengáis a visitarnos, que nos conozcáis y veáis cómo trabajamos; siempre con respeto, amabilidad y amor hacia ellos. Aquí los protagonistas son los perros y nos esmeramos en dar el mejor servicio posible.

Bienvenidos a esta bonita historia que acaba de comenzar.

Si quieres, puedes consultar mi currículum vítae y realizar una descarga del mismo en el siguiente enlace: acceder al CV

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